Porque fotografiar —como amar— nunca es inocente. Es un intento de comprender lo que inevitablemente se escapa.

Ojo que te miro parte de una premisa simple: mirar es siempre un acto de poder. Quien mira, roba y restituye al mismo tiempo. Los cuerpos retratados no posan, resisten. Habitan la imagen como se habita una memoria: con pudor, con intensidad, con miedo. No hay pose, hay respiración. No hay representación, hay presencia.

Anterior
Anterior

La ruine des Lusos et des Tropicos

Siguiente
Siguiente

"667m sobre el mar"